lunes, 5 de abril de 2010

Mejor

Esta mañana he recibido mail de mi perrita. Me ha contado con todo lujo de detalles los pensamientos que tuvo el otro día mientras tomaba el sol. Ha sido algo totalmente distinto a cómo se encontraba ayer. Ha usado esas palabras y expresiones que sabe que tanto me gusta oír de su boca. Y me ha excitado mucho, claro.

También me ha dicho que se iba a poner un vestido que compró el otro día para mí. Y para colmo, que se iba a poner tacones. Odia ir de tiendas y odia ponerse tacones, aunque en el último año se los ha puesto más de lo que le gustaría.

Al entrar a mi sala, he visto mi perrita como una modelo con un vestido entalladísimo que dibujaba todo su cuerpo. No me he levantado del asiento. Le he hecho dar la vuelta para mí. He acariciado su cuerpo de arriba a abajo. Al final, mi mano ha bajado de más, como siempre, hasta acabar sobre su culo. Me gusta acariciar su culito sobre las medias, aún sabiendo que en cualquier momento se podría abrir la puerta. También como siempre, mis dedos se han deslizado entre sus piernas, donde la he estado acariciando un buen rato, notando cómo se le aceleraba la respiración, hasta que he oído ruidos y la he dejado ir. Me he quedado con las ganas de azotar su culito.

Tengo muchas ganas de quedar con mi perrita a solas para tratarla como ella y yo nos merecemos.

En Messenger esta noche, le he confesado que a veces, esa manera que tiene de adivinar mis deseos me parecen tan increíbles que hasta dudo que sean verdad. Me ha dicho que a ella le pasa lo mismo. Que lo que siente desde que me conoció estaba ahí, latente, y que yo la he ayudado a sacarlo.

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