lunes, 13 de septiembre de 2010

Pies



(Madre mía, el tiempo que hace que no escribo...)

El otro día le pedí a mi perrita que me lamiera. Que me lamiera de abajo a arriba. Mi perrita ya me había besado y lamido los pies anteriormente, pero esta vez hizo algo que me produjo una gran sorpresa y un gran placer a la vez. Metió mi dedo pulgar y varios dedos más en su boca, y los acarició con su lengua suave, húmeda y cálida. Me excitó tanto verlo como sentirlo.
Los pies, esa parte tan olvidada del cuerpo, la maltratada, la escondida, siendo en ese momento mimada por una de las partes más nobles del cuerpo. La boca. En este caso, la boca de mi perrita, que es todo un tesoro.

Nunca había tenido especial interés por mis pies ni por los de nadie, pero aquella sensación fue algo comparable a la primera felación que me hicieron en la adolescencia. Mi perrita me confesó después que le gustó mucho hacerlo, no sólo comprobar por mis gemidos lo que me estaba gustando.

Sigue enseñándome cosas sobre mí, perrita...

No hay comentarios:

Publicar un comentario