sábado, 25 de septiembre de 2010

Slap


Chateando con mi perrita, hemos llegado a un tema que todavía no habíamos hablado. Ella adora mis azotes en su culo. Le humillan, pero le encantan. Hasta ahora, entre sus límites, se encuentra la prohibición (que yo encuentro muy lógica y acato naturalmente) de no azotar en otra parte que no sea sus nalgas.

A mí me encanta jugar con mi polla cuando me la está chupando. Restregársela por la cara e incluso golpearla suavemente. Pero hacer eso con la mano, eso es otra cosa, claro.

Pensé que el bofetón estaría entre sus límites. Un bofetón no deja de ser un azote en la cara. Me ha comentado que todo el resto de cosas que le humillan, le encantan y le excitan a la vez. Pero que no sabe si un bofetón en la cara sólo le avergonzaría, le haría sentir muy inferior y la haría llorar.

Asunto zanjado para mí. Lo último que deseo es causar sufrimiento. Pero no para ella. Un día me rogará un bofetón, estoy seguro. Y entonces...

P.D. Sobra decir que abomino y estoy en contra del maltrato a las mujeres. Y a los hombres. Y a los animales. Y a las plantas. Y hasta a las cosas. Esto es otra cosa, ¿verdad?

lunes, 13 de septiembre de 2010

Pies



(Madre mía, el tiempo que hace que no escribo...)

El otro día le pedí a mi perrita que me lamiera. Que me lamiera de abajo a arriba. Mi perrita ya me había besado y lamido los pies anteriormente, pero esta vez hizo algo que me produjo una gran sorpresa y un gran placer a la vez. Metió mi dedo pulgar y varios dedos más en su boca, y los acarició con su lengua suave, húmeda y cálida. Me excitó tanto verlo como sentirlo.
Los pies, esa parte tan olvidada del cuerpo, la maltratada, la escondida, siendo en ese momento mimada por una de las partes más nobles del cuerpo. La boca. En este caso, la boca de mi perrita, que es todo un tesoro.

Nunca había tenido especial interés por mis pies ni por los de nadie, pero aquella sensación fue algo comparable a la primera felación que me hicieron en la adolescencia. Mi perrita me confesó después que le gustó mucho hacerlo, no sólo comprobar por mis gemidos lo que me estaba gustando.

Sigue enseñándome cosas sobre mí, perrita...